Belleza y arte
La
belleza es otra de las aspiraciones universales del hombre. Es una de
esas cosas de las que se prefiere disfrutar más que menos. Como el bien
o la salud, la belleza es perseguida hasta alcanzarla en distintos
grados.
El grado más
simple es el de la belleza natural. Predisponiéndonos mínimamente, todos
podemos gozar de un hermoso ocaso del sol sobre un mar en calma, o de
una noche estrellada en un lugar silencioso. Si aumentamos el grado de
sensibilidad, quizá, apreciásemos la belleza de lo cotidiano, o de lo
efímero, más que lo imperecedero. Esa mirada fugaz de un niño, un beso
improvisado, aquel bosque otoñal, o una ardilla sorprendida en lo
frondoso de ese bosque son momentos que provocan ese cosquilleo en los
pies característico. Todos ello también suelen merecer calificativos del
tipo qué bonito, y permanecen en la memoria durante decenios.
Sin embargo,
desde antiguo, el arte (el hombre a través de los objetos creados) ha
intentado aprehender esa belleza en trozos de materia y formas para que
esa belleza sea perdurable y transmisible. La belleza ya no es exclusiva
de la naturaleza, y el hombre, convertido en factor, crea belleza.
La belleza se
manifiesta, entonces, de manera más compleja a medida que las
pretensiones sobre ella aumentan. Algunos han confundido esa complejidad
con el concepto de novedad y sorpresa, y se afanan en ser chocantes. Es
la técnica del diseño y de la publicidad, que cree que alcanza lo
artístico porque logra atraer la atención del espectador. Vulgar
presunción.
El arte, y su
afán de belleza, van aún más allá porque el problema de la belleza se
topa, al final, con todas las preguntas de la metafísica universal, que
se resumen en ¿qué sentido tiene lo que existe? Mientras la
filosofía usa del lenguaje convencional para conceptualizar con miles de
palabras, el arte puede conseguir con unos pocos trazos, colores, formas
y materiales. El arte lanza sus propuestas parciales en lenguaje
estético. Desde Altamira hasta Rothko el hombre ha pintado por un
impulso vital. Desde los crónlech hasta las cajas metafísicas de
Oteiza la materia ha intentado atrapar el alma y la esencia de las
cosas.
Ningún gran
artista cejará en el intento de conseguir respuestas a preguntas de gran
calado, porque, si no, se limitará a contentar al público con figuras
asequibles que halaguen a los críticos y a los inversores en arte, que
verán aumentada su autoestima burguesa en la misma medida que sus
beneficios.
En este sentido, el arte como mercado, escaparate, atractivo
turístico o inversión representa la cara más práctica del arte. Práctica
por necesaria.
Así
algunos grandes artistas podrán seguir indagando en el misterio de la
realidad.
Xabier Agirre
Arteaga
http://www.pnte.cfnavarra.es/ieszizur/revista_digital/auladefilosofia/belleza_xabi.htm
|
|