Aita Donostia

 

Jose Gonzalo Zulaika Arregi (Aita Donostia) nació el 10 de enero de 1886 en San Sebastián. Tercero de diez hermanos, con 6 años comenzó sus estudios en el Colegio de los marianistas de Donostia. Desde niño demostró sus habilidades musicales por lo que a los 8 años sus padres le inscribieron en clases de solfeo y violín debido a el interés que mostró desde el principio por el citado instrumento.

Con 10 años, marchó a estudiar bachillerato al Colegio de los Padres Capuchinos de Lekaroz (Navarra). Fue aquí donde despertó su verdadera pasión por la música. Jose Gonzalo tocaba el violín en la orquesta formada por profesores y alumnos del colegio. Tocaban con asiduidad en los actos y celebraciones propias y con once años tan sólo realizó su primera pequeña composición: orquestó la Diana que se tocaba en el Colegio para despertar todos los días a los alumnos.

Tras concluir los estudios de bachillerato decidió hacerse fraile capuchino y con 16 años tomó el traje de novicio y adoptó el nombre de Fray José Antonio de San Sebastián (nombre de su padre y apellido de su ciudad de origen) nombre que se modificaría más tarde por el de Aita Donostia.  

 

 

COLEGIO DE NUESTRA SEÑORA DEL BUEN CONSEJO

Colegio fundado por los capuchinos en 1888.  Desde sus comienzos se distinguió por su espíritu renovador y moderno. Fue el  primer centro que, en 1918, introdujo los estudios en euskera para sus alumnos. 

 

Aita Donostia fue profesor desde 1909 hasta 1918 en que deja el convento para viajar a Madrid, donde siguió profundizando en el conocimiento de la música.

 

De esta época son entre otras sus composiciones: Meditación y Rapsodia Bascongada para orquesta además de las obras para órgano que se editaron en la revista “La voz de la música” y en la colección “Álbum para órgano”.

 

Poco después, marchó al Monasterio benedictino de Santo Domingo de Silos (Burgos) para estudiar en profundidad el canto gregoriano, música que le influiría extraordinariamente y en la que basaría gran parte de su obra religiosa.

 Gran apasionado de este canto, viajó a la abadía de Solesmes (Francia) y allí se relacionó con Dom Mocquereau, monje benedictino, paleógrafo y musicólogo interesado en la restauración del auténtico canto gregoriano medieval

 

Otra de las corrientes estético-musicales que estaban tomando fuerza en el resto de Europa atrajo su atención: el Nacionalismo musical.

 

Siendo ya fraile viaja a Barcelona y entra en contacto con el musicólogo y folcklorista Felipe Pedrell considerado el precursor de este movimiento en España. Con él trató sobre la importancia de la recopilación y transcripción de la música popular de tradición oral como elemento de conformación de la cultura de un pueblo.

 

En esa época, Resurrección María de Azkue había publicado su obra "Música popular vascongada", por lo que influenciado por las corrientes folckloristas del momento comenzó a dedicarse con gran entusiasmo a recuperar la música tradicional del País Vasco, o más concretamente a recopilar y transcribir tanto las canciones (música y letra) como las melodías para instrumentos y danzas que iba recogiendo en diversos pueblos y aldeas y que se transmitían de forma oral a través de generaciones. Será a partir de ahora cuando gracias a este movimiento etnográfico-musical se ha podido conservar y transmitir mucha de esta música, tal como se interpretaba en los siglos XIX y XX.  

 

Su labor comenzó en la zona del Baztán, zona que conocía profundamente debido a las largas temporadas que pasaba en Lekaroz.  Estos trabajos de campo se convirtieron en una pasión a lo largo de toda su vida. 

 

Así, en sus estancias en París aprovechaba para recopilar todos los vestigios que sobre música y cultura vasca que encontraba en diversos archivos y bibliotecas, publicando sus hallazgos en la revista Gure Herria de Bayona.  

En esta época se presentó a un concurso sobre música vasca que organizaron las Diputaciones de Guipúzcoa, Bizkaia y Álava. Aita Donostia presentó una colección de canciones y melodías instrumentales recogidas por diversos pueblos titulada “Euskal eres-sorta” Su contrincante era Resurrección María de Azkue que terminó resultando vencedor. Aita Donostia quedó el segundo y  se comentó en la época que a pesar de ser menor la cantidad de melodías recopiladas, en lo referente a la calidad de ellas, la colección de Aita Donostia era mejor.

Sus investigaciones sobre la música vasca han sido la base, además, de muchas de sus composiciones. Tal vez su obra más conocida ha sido siempre los "Preludios Vascos”, armonizaciones para piano de melodías vascas cuya primera publicación corrió a cargo de la editorial donostiarra “Erviti”. Los preludios se estrenaron en Madrid con gran éxito de público y crítica y posteriormente realizó la orquestación de los mismos.  

Fue un viajero infatigable y un gran conferenciante. Sin abandonar los trabajos musicológicos y de composición dio más de 100 conferencias por todo el mundo sobre diferentes aspectos de la música vasca. La primera de ellas en la “Sociedad Filarmónica” de Bilbao bajo el título ”De música popular vasca” y a partir de ahí  Madrid, Barcelona, Salamanca, Pamplona, pero también en París, Praga, Londres, Basilea, Argentina, Uruguay...

 

A pesar de no haber compuesto sinfonías entendidas como tales, escribió obras sinfónicas en las que demuestra su calidad como sinfonista: “Los ferrones de Mirandaola” (compuesta para el grupo “Saski-Naski” de Donostia) y las “Acuarelas Vascas” estrenadas en la Sociedad Filarmónica de Bilbao.

Sentía un gran amor hacia el País Vasco y su cultura. Sus investigaciones y conferencias hicieron que surgiera en él la necesidad de aprender euskera cuando ya era adulto llegando a hablarlo y escribirlo con fluidez y a ingresar en la Real Academia de Lengua Vasca (Euskaltzaindia) como miembro de número.

A principios del siglo XX París era un referente artístico de primer orden y allí se estableció en 1920. Conoció a Maurice Ravel, con el que mantendría una gran amistad toda su vida, Erik Satie, Francis Poulenc, Federico Mompou y a las vanguardias artísticas de la época.

 

Fue un músico cosmopolita, en esta época, viajó por Europa y Argentina pero no rompió nunca los lazos con la vida musical de París.

 

Una de sus alumnas contaba que cuando le dijo al Padre Donostia que había conseguido ingresar en el Conservatorio de París, éste le aconsejó que bajo ningún concepto aceptara alojarse en un convento o en una residencia regentada por monjas. La joven, asombrada, le preguntó cómo un monje daba semejante consejo y el Padre Donostia le contestó: "porque si te alojas ahí, su horario te impedirá ir a la ópera y eso es tan importante como lo que te puedan enseñar en el Conservatorio".

 

Aita Donostia llegó a ser muy conocido en los círculos musicales parisinos. Allí editó alguna de sus obras  (“Errimina”,”Menuet Basque”...) y estrenó otras (“Les trois miracles de Sainte Cécile”, “La vie profonde de St. Francois d´Assise”).

 

Cuando comenzó la Guerra Civil española se exilió a Francia y allí vivió hasta 1943 (Toulouse, París, Mont-de-Marsan y Bayona). Durante estos años prosiguió con sus trabajos de composición e investigación, impartiendo conferencias y conciertos, como organista de la parroquia de Biarritz...

 

Músico de su tiempo, asumió las sonoridades  que se estaban experimentando en Francia utilizando en la orquestación de una de sus obras “La Quête héroïque du Graal” las Ondas Martenot.

Al volver del exilio residió en Barcelona trabajando en el Instituto Nacional de Musicología sobre etnografía y folklore. De esta época es su monografía “Música y músicos del País Vasco”(1951)

 

 

Volvió a Lekaroz y allí se rodeó de un círculo de amistades formada por músicos como Juan Eras, Bello Portu, Gorriti y otros artistas como Jorge Oteiza. Morirá en Lekaroz un 30 de agosto de 1956.

Estela en memoria a Aita Donostia de Jorge Oteiza Agiña (Lesaka)

Después de su muerte ha sido otro capuchino, el Padre Jorge de Riezu, quien ha editado o reeditado gran parte de la obra del Padre Donostia en colaboración con diferentes entidades y de la propia familia.

 

Lo recuerdo perfectamente. Mirada inteligente y penetrante. Movimientos ágiles, ligeros. No usaba las sandalias tradicionales que llevaban los frailes. Siempre lo vi con unas alpargatas negras. En su estudio, de grandes ventanales y mucha luz estaba el piano de media cola.

Allí, en medio de un precioso jardín, oficiaba la música el Padre Donostia. Allí me daba las clases de piano y hacía sus reuniones intelectuales. Todo su estudio trasmitía alegría y serenidad. Numerosas partituras y libros ocupaban las paredes. En las clases, cantaba con voz aguda la música que uno tocaba en el piano para trasmitir el fraseo de lo que se interpretaba. Decía: "Nada como la voz para expresar el sentir". Siempre fue muy paciente conmigo, excepto una vez que llegué a dar la clase con las manos hinchadas por jugar a pelota mano. ¡Dios mío, qué enojo! Me dijo, tajante: "O dejas de jugar a pelota, o suspendemos las clases". Excuso decir que ese mismo día se malogró un futuro Atano III.

La técnica que enseñaba para el piano me recuerda un poco el mismo estilo del pianista José Iturbi, que se hizo famoso en Hollywood en numerosas películas. Fue admirador y amigo de Ravel, al que trajo de visita al Colegio de Lekaroz, allá por los años 20. Al Padre Donostia le debo la predilección que siento por los compositores franceses (Fauré, Ravel, Debussy...) a los que tanto admiraba. Tengo predilección por su Oñazez , pero lo que de verdad me conmueve es su Jesu mi dulcíssime . ¡Qué maravilla de obra...! ¡Qué belleza, qué ternura, qué amor..!. Lo cantó mucho la Coral de Elizondo, que, por cierto, fue el gran promotor de sus composiciones. Le oí decir, en varias ocasiones, que la interpretación de sus obras, dirigidas por Juan Eraso, superaba lo que él se imaginó al componerlas. ¡Qué halago, viniendo del propio compositor!

Recuerdo con mucho cariño las tertulias que, eventualmente, se hacían en el Colegio de Lekaroz: El Padre Donostia, Jorge Oteiza, Juanito Eraso, Fernán Laví, profesor de guitarra en la Universidad de Argel; Bello Portu, director de la Escolanía, Felipe Gorriti de Tolosa y algunas otras gentes valiosísimas. Gente interesantísima a la que yo escuchaba sus opiniones y discusiones con verdadera reverencia. ¡Cuánto aprendí de ellos...!. De esos mundos desconocidos para mí. Era un agasajo el escucharlos.

Por cierto, había algo interesante que nunca entendí, cuando el Padre Donostia y Oteiza decían que la enseñanza musical debía hacerse en sentido contrario: de adelante para atrás, comenzando por los compositores modernos. Y se entusiasmaban al hablar de ello. También recuerdo cuando el Padre Donostia y el Padre Jorge de Riezu (el tío Jorge) venían alguna tarde a merendar a mi casa de Elizondo. Eran unos sobremesistas divertidísimos. Por los dos, mi admiración y profundo cariño.

Posteriormente, el Padre Jorge fue recopilador y promotor de todas sus obras. ¡Qué trabajo..! Y siempre le faltaba dinero para sus publicaciones. Y cuando le pregunté: "Si hay tanto cariño por su obra, ¿cómo es que la gente no colabora económicamente? Y él con su pícara sonrisa me contestó con esta frase lapidaria: "Querido sobrino, al corazón de los hombres se llega con relativa facilidad, pero al bolsillo...".

Vaya mi afecto y agradecimiento a estas gentes que tanto me dieron. Y que el Creador los tenga en un maravilloso mundo de música celestial. Se lo merecen.”

 

Juan Viguria Iribarren, 'Juancho' (Natural de Elizondo y residente en el Distrito Federal de México, sobrino del Padre Jorge de Riezu, es un relevante musicólogo y ex alumno del Padre José Antonio Donostia)