UN DEMENTE OCASIONA GRAVES HERIDAS A DOS ARRIEROS EN UNA POSADA

La pasada noche, un individuo, con sus capacidades mentales mermadas, velaba sus armas con el fin de armarse caballero, en el corral de una posada de Montiel, cuando atacó por sorpresa a dos arrieros que se acercaron a abrevar a sus caballerías, causándoles graves heridas

 

Xabier Benito

 

MONTIEL. En una posada cercana a la localidad de Montiel (La Mancha) se encontraba hospedado un hombre que, a tenor de sus manifestaciones, estaba falto de juicio. Según la versión facilitada por el casero, la tarde anterior este hombre había llegado a su posada rogando entrevistarse con el “señor del castillo” y solicitando de éste que le armase Caballero Andante, para lo cual necesitaba velar sus armas en la capilla de la fortaleza.

   Ante tal insólita petición y dada la obstinación del inquilino, el propietario del establecimiento le convenció de que la capilla se encontraba en obras y le aconsejó que velara sus ar-

 

mas en la pila del corral anexo, que a la sazón haría las veces de altar, como “era menester”.

  El casero, para evitar altercados con tan peculiar inquilino, advirtió al resto de los hospedados de la locura que afectaba al que hacía llamarse Don Quijote de La Mancha.

   Haciendo caso omiso de las recomendaciones, un arriero se acercó a dar de beber a sus animales, para lo cual tuvo que apartar las armas que velaba el tal Don Quijote, recibiendo de éste, por sorpresa, un fuerte golpe que le dejó descalabrado y sin sentido. Minutos más tarde, apareció otro arriero con el mismo propósito que el anterior. Al recibir el primer golpe, el agredido comenzó a proferir gritos de auxilio, a los cuales acudieron otros  arrie-

 

Don Quijote velando sus armas en el corral/ Ilustración de José Segrelles

 

ros que repelieron a pedradas la agresión que sufría su compañero. Por fortuna, apareció el ventero que puso orden y calma y ordenó curar a los heridos.

   Ante lo preocupante de la situación, el casero cumplió esa misma noche con su deber como “señor del castillo” y armó caballero andante, según los cánones, a Don Quijote de La Mancha, el cual, sintiéndose satisfecho, montó a lomos de su caballo y abandonó aquel lugar raudo y veloz.