MIGUEL DE CERVANTES NOS PRESENTÓ LA TERCERA PARTE DE SU OBRA DON QUIJOTE DE LA MANCHA

 

            En el salón postsurrealista de la Sociedad de Autores D. Miguel de Cervantes y con buena compañía femenina, como nos tiene acostumbrados, presentó en sociedad la tercera parte de su obra. Se espera que levantará cicatrices, ampollas y otras cosas.

 

            Apareció impecablemente vestido con ropa de Roberto Caballeri. Conducía el nuevo Avus Quattro” uno de los proyectos más visionarios de la casa Audi en la gama deportiva, con carrocería toda tunning de aluminio. Motor W34 (840 cv). No faltó al acto su nueva musa, la exuberante  Duquesa de Toboso luciendo unos enfundados pantalones marcando profusas curvas y desabotonada camisa de la diseñadora Panzazpeitia de la que ella  es imagen en  exclusiva.    

 

         La intención de D. Miguel cuando comenzó con la primera parte de esta saga era, principalmente  de carácter irónico, sarcástico, corrosivo, al mejor estilo de mi compañero A. Pérez-Reverte. Pretendía denunciar la hipocresía del mundo que no ha tocado vivir, remarcar

                         Don Quijote cabalga de nuevo

 

la contradicción que existe entre el buen decir y la falsa palabrería, vulgaridad y zafiedad  de las actuales tertulias y contertulios que hoy aspiran a periodistillas, es decir, la vieja polémica instaurada desde el Siglo de Oro entre lo sublime y lo cursi.

 

         El manchego, para lograrlo, confronta realidad con fantasía, se vio en la necesidad de arrancar la verdad que estaba oculta en las raíces de lo cotidiano: por eso ve doncellas en las pobres rameras que circulan por los mentideros y burladeros del país.

 

         El Alonso Quijano de la tercera parte es un noble, relativamente acomodado, no demasiado rico, aunque últimamente sus cuentas corrientes han sido finamente saneadas por los cobros de derechos de autor generados por la segunda entrega, publicada en todas las lenguas hoy conocidas, los derechos de taquilla de las versiones cinematográficas, por los sustanciosos cheques de sus apariciones en las televisiones,  de prácticamente todo el mundo, por ir contando sus más entrañables misterios de alcoba, lo han convertido en un hidalgo lo suficientemente rico como para no preocuparse de trabajos serviles y dedicar su tiempo libre a otros menesteres, a cultivar su cuerpo, a satisfacer, no sólo culturalmente a alguna  ministra despistada y demás animales de la granja civil, social, política y cultural.

 

         Parece ser que hidalgo como él, aunque de pueblo, pero con tiempo libre, con las arcas y las cuentas corriente bien repletas, persona de amplias miras, con ganas de viajar, con ánimo de seguir buscando aventuras y fantasías, sin familia, con una sobrina, como única parentela e influenciado quizá por las nuevas corrientes culturales, es decir, nada, la vulgaridad, y ordinariez, decide dejar el aislamiento en su pueblo y conquistar estudios de cine y las audiencias de todas las televisiones del país propio y ajenos. El hacerse caballero le impide que poco a poco fuera entristeciéndose. Justamente, volverse loco, es el único modo para superar la locura y melancolía de este mundo.

 

         Alonso Quijano se transforma física, psíquica y socialmente. Física porque cambia sus hábitos alimenticios, de “una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más de la de las noches ...lentejas los viernes....consumían las tres partes de su hacienda” por la saludable dieta mediterránea. Olvida las lentejas, con lo cual destierra la melancolía,  que según la opinión popular, su ingesta  producía ese estado de ánimo. Se hace frenético usuario de gimnasios, se endurece con ejercicios de pesas, aeróbicos, cardiovasculares, remos, bicicletas estáticas, estiramientos, etc, etc... De cincuentón flaco y débil de piernas larguiruchas se muda a robusto cincuentón de complexión firme y fornido, fibroso y hercúleo “que vale por cientos”  que resiste con entereza los disgustos, derrotas y atropellos. Seguidor salvaje de cuidados alternativos, de tratamientos tonificantes  anticelulíticos y anti-Aging, de belleza, faciales y corporales, aromaterapias, de medicinas ayurvedicas, tradicional china y homeopáticas. Le convierten en un hombre con poder de atracción hacia las mujeres que lo hacen irresistible.

 

         Psíquica porque se siente tremendamente valiente, seguro de sí mismo y enérgico. Social porque quiere luchar contra las injusticias de su tiempo y por su honor. Podemos decir que su transformación ha sido una autometamorfosis completa y perfecta. Ha cambiado de identidad, de profesión y de estado. Pasa a ser un ciudadano de moda pero no uno más, un ciudadano  que lucha contra sus enemigos, contra los gigantes de la sociedad de su época.

 

         Pero ¿quién no está loco como D. Quijote? Hace cosas de loco pero  dice cosas de cuerdo y eso le convierte en “un raro” de la sociedad, porque todas las cosas que dice son razonables. Don Miguel lo define de este modo: “no es un loco como todo el mundo” es un loco como dicen “que tiene la cabeza bien amueblada pero a veces se le va la olla a otros asuntos”. Por eso puede equivocarse al ver molinos pero nunca se equivocará en las razones que da para atacarlos, ataca a los poderosos que son intocables, a los fuertes que perturban la convivencia social.

 

         Se ha convertido en un narcisista porque quiere ser “el caballero de fina estampa” más famoso del mundo, de todos los tiempos, hacerse universalmente famoso y él  se lo cree, actúa como tal  y se hace el más famoso.

            Alonso Quijano rumbo a su nuevo destino

 

         Cervantes lo que ha pretendido en todas sus entregas es hacer la biografía de un loco lúcido porque lo que hace son disparates y los disparates los cometen las personas que no son enfermas mentales. Sólo se muestra enfermo o en exaltación maníaca cuando le tocan el tema  tan de moda en la actualidad, de tanta tertulia caballeresca y caballeriza pseudoliteraria. Se vuelve eufórico, irritable, inquieto, locuaz, inoportuno, no puede dormir y como consecuencia se desata su imaginación y se convierte en un personaje de la noche, codiciado y conocido estripper, visitante de dudosos locales nocturnos, de esos que “la noche les confunde”.

 

         El gran interés del nuevo libro está también en otro personaje, Sancho Panza. Es un joven, de unos treinta años, robusto, rústico acostumbrado a enfrentarse con la dureza de la vida en el campo, fornido de complexión, que no tiene nada que ver con el hombre bajo, gordito y rechoncho que estamos acostumbrados a ver, es un autentico “tío todo fresco” que hace removerse inquieta en su silla  a más de una presentadora o volver la cabeza a cualquier  ciudadana y otras damas de ventas, ventorros y ventorrillos.

 

         Sancho Panza, se transforma también, se convierte en un sabio, es un Sócrates analfabeto. En las entregas anteriores, Sancho es la voz del pueblo, se hace inteligente, un hombre irresistible. El nuevo Sancho no pierde de vista sus intereses pero tampoco va a traicionar los intereses de su amo y siempre estará a su lado.  Por eso Cervantes dice: “Las cosas no son lo que parecen”